Npqeditores/ noviembre 17, 2021/ BLOG

Eva Romero – Departamento de Comunicación

«Tal vez, para la mayoría, un libro siguiera significando únicamente un manojo de hojas de papel inertes, pero para él ya no sería así. Había encontrado un amigo que no le traicionaría jamás. Una escuela de sabiduría infinita, una fuente interminable de conocimiento, una máquina para viajar en el tiempo». Así es como Miguel, el protagonista de El secreto del libro perdido, del escritor Javier Sarasola, acaba descubriendo la literatura.

Pero, por desgracia, no todos los niños y niñas sienten lo mismo acerca de los libros. Y es que hoy en día, en una cultura donde el entretenimiento es eminentemente audiovisual y requiere la mínima atención, la necesidad de recuperar la lectura como ocio, en especial para los jóvenes, cobra una nueva dimensión.

Las escuelas juegan un papel fundamental en este cometido. Sin embargo, el método que se suele utilizar para conseguirlo, lo que comúnmente se conoce como “lectura obligatoria”, viene siendo objeto de críticas y desaprobación desde hace varios años, ya que su eficacia es cuestionable.

ESTIMULAR EL HÁBITO LECTOR

Si bien desde los centros educativos se debe enseñar a leer, en el sentido de que se debe enseñar a comprender e interpretar textos, también se debe estimular el hábito lector desde una perspectiva dinámica que posicione la lectura como forma de entretenimiento y fuente de diversión. Pero tener que leer un libro por imposición para responder a las preguntas de un examen o realizar un trabajo académico no parece una tarea muy divertida.

Peor aún, si ese es el primer contacto de los y las estudiantes con la literatura, lo más probable es que relacionen el hecho de leer con una obligación fastidiosa, y se alejen de los libros de manera deliberada.

Por estas razones, en algunos colegios la  “lectura obligatoria” ya se está planteando de otra manera. Por ejemplo, actualmente se observa una tendencia a la variedad en la propuesta de títulos, ofreciendo libros más adaptados a la edad y gustos de los alumnos y alumnas, como el que se menciona en la introducción, por decir alguno.

En definitiva, este cambio de paradigma a la hora de entender la lectura en las escuelas es esencial para que los jóvenes entiendan el valor de la literatura, se interesen voluntariamente por los libros y, como Miguel, encuentren en ellos amigos para toda la vida.

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