JAVIER SARASOLA RUIZ , escritor
«Tiene que haber algo en los libros, cosas que no podemos imaginar, para hacer que una mujer permanezca en una casa que arde. Ahí tiene que haber algo. Uno no se sacrifica por nada».
Esta frase es parte del libro Farenheith 451, del escritor estadounidense Ray Bradbury(1953). Se trata de una novela futurista, publicada en 1953. Los bomberos de esta obra provocan incendios allá donde hay libros, en lugar de apagarlos. Aunque se trate de ciencia ficción, no está tan lejos de lo que ha ocurrido a lo largo de la historia. Hitler también hizo quemar muchos libros. Y otros gobernantes tal vez no los quemaron, pero sí los prohibieron, los censuraron o escondieron.
Está claro que si los libros han sido motivo de tanto revuelo, no es gratis. Muchas veces nos muestran el camino hacia la libertad, potencian nuestro pensamiento crítico o nos dan una visión más universal de las cosas. Asimismo, los libros pueden ayudarnos a conocernos a nosotros/as mismos/as. No obstante, para que la lectura y los libros sean siempre un arma verdaderamente humanizadora, es muy importante la actitud con la que leemos. En este sentido, Fromm (1976), uno de los máximos exponentes del Humanismo, señala sobre la lectura lo siguiente: «Es, o debería ser, una conversación entre autor y lector. Sin embargo, el texto se devora como un programa de televisión o como las papas fritas que se comen mientras se ve televisión». Añade Fromm que «cuando los lectores no han comprendido a los personajes de la novela, no han ampliado su conocimiento de la naturaleza humana, ni han logrado conocerse a sí mismos no están leyendo desde el modo ser».
Entonces, podemos afirmar que no siempre leer humaniza en el mejor sentido de la palabra. Todo depende del contenido de lo que leemos y de cómo leamos. Lastimosamente, leer se puede tomar como una forma más de consumir, como una manera más de agrandar nuestro ego, de aparentar, incluso de competir con el resto.
Leer para ser, siguiendo con la visión de Fromm, implica que la lectura sea significativa, trascendente. Y no sólo que nos ayude a pensar por nosotros/as mismos/as, sino también a desarrollar compasión y sensibilidad. Todos tenemos un mundo interior que de alguna forma nos hace únicos e irrepetibles. Los libros pueden ayudarnos a tomar contacto con ese ser profundo. Además, pueden ayudarnos a salir de ese ritmo vertiginoso en el que vivimos. Un libro necesariamente requiere de tiempo. Teniendo en cuenta que vivimos en la cultura de la velocidad, cultivar la paciencia que nos demanda la lectura de un libro nos ayudará a ser más virtuosos en este aspecto.
Asimismo, el hábito de la lectura permite al lector ubicarse en el mundo, dando elementos para responder esas preguntas tan necesarias que todos en algún momento nos debemos plantear: ¿Por qué y para qué estoy aquí? ¿Quién soy? ¿Dónde me dirijo?
Es un hecho que detrás de las personas más influyentes de nuestra historia, han existido siempre obras literarias. Gandhi, emblema del pacifismo en todo el mundo, afirmó haber sido influido profundamente en su vida por el libro de León Tolstoi, Guerra y Paz. Nelson Mandela, premio Nobel de la paz en 1993, admiraba las obras de Shakespeare. Thomas Jefferson, uno de los presidentes más importantes de la historia de los Estados Unidos, era fanático de don Quijote de la Mancha. Cuatrocientos años después de la muerte de su creador, está demostrado que leer no es sólo una recomendable actividad intelectual, sino una poderosa herramienta educativa para humanizar nuestra sociedad.
Por todo lo dicho, sí, es importante que nuestros niños y jóvenes lean. Pero lo ideal es que lo hagan para ser. Para que no estén vacíos de sí mismos y necesiten tapar desesperadamente esos “huecos” existenciales con cualquier cosa.
Referencias:
Bradbury R. (1953) Farenheith 451. Barcelona. Editorial Minotauro
Fromm E. (1976) ¿Tener o ser? Ciudad de México. Editorial Fondo de Cultura Económica.